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¿A qué nos enfrentamos? (II)

Publicado: 2011-11-28

Es probable que luego de leer un post como el anterior en que se explican qué componentes conforman el caos del transporte en Lima, muchos se hayan dicho a sí mismos: “Es cierto, la bicicleta es una buena opción y debemos adoptarla como una opción de transporte totalmente válida.” Luego, al día siguiente, seguimos en la misma cantaleta de pelearnos con los demás por el sitio en el micro o de meterle el carro al otro y nos olvidamos del asunto tan fácil como lo leímos. Y es que, así como hemos visto los factores externos a los cuales nos enfrentamos para empezar a movilizarnos en bici, también debemos enfrentarnos a los (muchas veces más fuertes) factores internos que se encuentran en cada una de nuestras cabezas y se refieren a la forma en las excusas que nos ponemos para no movernos en cleta.

1. No sé manejar: Quizá para los que aprendimos de chibolos era más fácil. La muchachada salía más a los parques, se jugaba más afuera a diferencia de ahora en que llamamos ejercicio activo al “Nintendo Wii”, no había tantos carros circulando por zonas no comerciales y mil razones más; pero también es cierto que con un par de sesiones intensas con la bicicleta podemos lograr cierto dominio e ir aventurándonos de a poco por las calles.

2. Ya sé manejar pero no tengo espacio para guardar la bicicleta. Admitámoslo, una bicicleta normal no es pequeña y muchos de nosotros vivimos en departamentos que no cuentan con el espacio suficiente para albergar una. Yo digo, un carro es más grande e igual se busca la manera de guardarlo en una cochera, ¿no? Por poner el ejemplo de un carro común en el parque automotor local: el Toyota Yaris. Chequeando las dimensiones de un Yaris, éstas serían equivalentes a un espacio que permitiría alojar hasta seis bicicletas estacionadas. ¿Es que tan difícil es “sacrificar” uno o dos espacios para autos para utilizarlos en parquear más de diez bicicletas en algún estacionamiento?

¿Tan difícil es?

Aparte de eso, han salido al mercado las bicicletas plegables Dahon que, bueno,  se pliegan (ok, no era tan difícil deducirlo) y son fáciles de guardar bajo la cama, en un rincón del cuarto o en la oficina. Prometo probar una apenas caiga algo de plata pero, por mientras, chequeen en este LINK como funcionan.

3. Ya sé manejar, sé donde guardar la bicicleta pero no conozco rutas. Y para conocer rutas hay que manejar y ahí están los queridos fines de semana, en especial los Ciclodías. Esta última es una iniciativa en la cual se despeja la Av. Arequipa de todo transporte motorizado las mañanas de domingo por lo que tenemos la posibilidad de probar rutas de acceso hacia esa importante ciclovía que conecta varios puntos de la capital a la vez que probamos y mejoramos nuestras habilidades en las dos ruedas. Tengamos en cuenta que viajando en micro somos esclavos de las rutas que tienen las empresas de transporte en sus recorridos por determinadas calles; la bicicleta nos lleva por donde queramos, nosotros hacemos la ruta.

4. Ya sé manejar, sé donde guardar la bicicleta, conozco rutas pero preferiría tener auto propio. Bueno, cada quién en su decisión de ver como transportarse pero, según mi humilde opinión, prefiero la bicicleta al auto porque: me da libertad para moverme en atoros de tráfico (¡me van a decir que en Lima no hay!), me da la plena conciencia de que no estoy contaminando el ambiente, me divierte, no me estresa con mantenimientos complicados, me demoro menos, me hace ahorrar dinero, etc. ¡Y también puede ser bonita! Chequeen este link para algunas fotos.

5. Ya sé manejar, sé donde guardar la bicicleta, conozco rutas, quiero usarla como medio de transporte pero no me gusta sudar. Ya, se entiende esta afirmación aunque no sea necesariamente cierta. Si bien montar bicicleta implica un esfuerzo físico (como también lo es caminar) la mayoría de bicicletas traen consigo una serie de velocidades que podemos ajustar dependiendo del camino para dosificar nuestros esfuerzos de manera que se realice el mínimo para llegar a nuestro destino y eso implica el punto 3, conocer las rutas a fin de saber donde están las pendientes para hacer los cambios respectivos y pedalear más lento o donde aprovechar las bajadas. Así como ese hay varios otros consejos que nos ayudarán a llegar frescos a nuestro destino.

6. Ya sé manejar, sé donde guardar la bicicleta, conozco rutas, quiero usarla como medio de transporte, puedo dosificar mi esfuerzo pero no confío en la seguridad de la calle. Y, bajo riesgo de que este post se vuelva igual de largo que esa canción de “hay un loco, hay un loco mirando a la chica en bikini sentada en el (…)” me detendré aquí. Es cierto, las calles no son seguras para el ciclista y la única forma de dominarlas es aventurándonos a salir, tal y como nos aventuramos cuando aprendimos a tomar micro o a regresar solos a casa, es parte del proceso. De todas formas, siempre habrán calles alternas poco transitadas las cuales podemos utilizar como camino hasta que la movida ciclista empuje la creación de leyes que incluyan a las dos ruedas y la cadena como un medio de transporte válido.

Acá me detengo, he expuesto unas cuantas razones pero cada uno puede tener más en su cabeza. El objetivo es que vayamos exorcizando de a pocos esas ideas preconcebidas que tenemos sobre lo que nos impide que nos subamos a la bicicleta y empecemos a pedalear. Y de a pocos vaya que se puede llegar lejos.


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Ruedas de Apoyo

o la historia de como volverse ciclista en Lima