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Lecciones de ciclismo y de vida

Publicado: 2015-11-08

No puedo pintarles el mundo del ciclismo urbano en Lima como un cuento de hadas porque no lo es. Ha habido varias veces en que me han preguntado que cómo hago para manejar bici en un entorno tan caótico y de poco respeto y qué consejos tengo para que ellos también puedan hacerlo. La respuesta no es absoluta sino que depende de muchos factores como la zona por la que uno se moviliza, las pendientes, la hora, etcétera. Pero un factor que siempre debe estar ahí es la cautela: el saberse que, al menos mientras no se incluya el transporte en bici dentro del Reglamento Nacional de Tránsito, somos una forma "subversiva" de movilizarse. La más eficaz, sí; pero siempre subversiva ante un entorno que nos ve como, literalmente, la última rueda del coche.


Hace poco más de un mes que me enteré de un accidente terrible en bicicleta: una ciclista - conocida mía, hermana de un amigo - fue embestida por un vehículo de transporte público, quedando fuertemente herida. Tras pasar por cirugía y terapias diversas, aún en proceso, ya se encuentra mejor y ha compartido su historia en su blog personal. Le solicité permiso para republicar la misma debido a que son muchas historias en una sola crónica en torno a este medio de transporte: historias de decisiones, de dolor, de perdón y de agradecimiento. Y creo que, a partir de su testimonio, todos, ciclistas o no, podemos aprender lecciones tanto en lo relativo a movilidad urbana como para la vida misma.


El texto original lo pueden encontrar aquí. Muchas gracias, Suiry.


"Secuelas ", por Suiry Sobrino

1. La bici y yo 

Mi bicicleta era el equilibrio de mi vida, la manera de olvidar mi frustración diaria, mi escape de la rutina. En mi bicicleta me sentía fuerte, especial y libre. De hecho, después de un año de montarla a diario, también me sentía invencible. El problema de perder el miedo es que te vuelves más osado y asumes que nada puede pasarte. Eso me sucedió a mí y dejé de usar casco por varios días.


2. Mariela, la sabia

Hablemos de la sabiduría de mi mamá. Días antes de mi accidente, mi mamá notó que no usaba mi casco. Después de un sermón de responsabilidad, me rogó que lo usara y me prometió que me compraría uno más bonito (sabía que odiaba el mío). Hoy vivo gracias a esa petición. Mi mamá y su capacidad de darme vida cada vez que lo ve necesario.


3. La muerte

Siempre he sabido que voy a vivir para hacer algo importante. No me refiero a algo extraordinario, me refiero a hacer algo de lo que me pueda sentir orgullosa y satisfecha. Como aún no sucede, morir no es una posibilidad.

Tengo o tenía (desde el accidente no me ha vuelto a pasar) un sueño recurrente. Me soñaba sobreviviendo un tsunami. En sueños he sentido en muchas oportunidades, la angustia de luchar por tu vida. Quisiera contar que cuando me tocó enfrentarlo en la realidad, luché con uñas y dientes, pero lo cierto es que nunca, en ningún momento, ni antes, ni durante, ni después pensé que podía morir. A pesar que pudo haber pasado.


4. Aprendiendo a ser fuerte

El accidente fue aparatoso, pero yo no lo supe hasta después. El bus me embistió por el lado derecho de mi cuerpo, rompí con mi cabeza el parabrisas para posteriormente caer y ser arrastrada unos 15 metros. Me desperté, asumo, a los minutos, aturdida y debajo del vehículo. No recuerdo haber sentido miedo, ni un dolor insoportable. Me sentía ansiosa e incómoda. Debo confesar que al sentir que podía mover mis piernas, una sensación de tranquilidad invadió mi cuerpo. “Estoy bien” me dije. Por su puesto no vi toda la sangre y lo mal que me veía, pero eso jugó a mi favor.


5. Solo díganle a mis papas que estoy consciente

Recuerdo vagamente el tiempo debajo del bus, pero lo que ni el tiempo logrará borrar de mi cabeza es el papel que jugó la enfermera que llamó a mi familia. Habían muchos curiosos en el lugar del accidente pero pocas personas que realmente querían ayudar, una de ellas fue esta mujer que pasaba por el lugar, ella se encargó de tranquilizarme y pedirme mis datos para llamar a mis papas. Lo que más agradezco y lo que me emociona hasta las lágrimas, es recordar que le pedí que me tomara de la mano para no sentirme sola, y ella se tiró al piso y lo hizo.


6. No sé qué tengo pero estoy bien

Nunca se me cruzó por la cabeza que algo realmente malo sucedería debido al accidente, ni cuando me hicieron una tomografía, ni cuando me vi el brazo. Quizá la aparente serenidad de las primeras personas que me vieron, me dio confianza. Cada vez que me movilizaban para un examen, tenía la certeza que saldría bien. Cuando escuché a la doctora decir que entraría a sala de operaciones y que no podía asegurar que mi capacidad auditiva del oído derecho no se vea afectada, no me importó. Cuando el doctor me dijo que tenía una fractura en el maxilar que requería operación y que me obligaría a tener la boca cerrada por tres semanas, no me importó. Cuando me dijeron que tenía una lesión neurológica en el brazo que me impedía moverlo, no me asustó. No sé cómo, no sé por qué nada me importaba mucho. Estaba viva, estaba rodeada de las personas que quiero, estaba segura, estaba consciente. ¿Qué podría salir mal?


7. Te perdono

Días después de mi accidente, cuando ya no podía hablar, mi papá me dijo que el hombre que me atropelló estaba en la clínica y quería verme. Asentí con la cabeza. Pasó a mi habitación, no recuerdo sus palabras exactas, no puedo asegurar que su arrepentimiento era sincero, ni si quiera me queda claro si este hombre entendía la magnitud del problema. Pero lo perdoné. Lo perdoné por mí, por mi familia, por los que esperan verme bien. Lo perdoné porque no necesito guardar ningún tipo de rencor, porque no me sirve odiarlo, porque debe ser terrible dormir todas las noches sabiendo que por una distracción de segundos pudiste haberle quitado la vida a alguien. Y nadie está libre de eso. Eso no quiere decir que él no deba enfrentar sus errores y que pienso no debería volver a manejar. En fin, yo decidí ese día no volver a pensar en él y dejar que todo siga su curso.


8. “Si no mueves tu brazo en dos meses, no lo volverás a mover”

El problema más complicado que me dejó el accidente es la lesión neurológica de mi brazo derecho. Los primeros días no movía más que mis dedos, y mi yeso por una fractura en mi muñeca limitaba mi terapia. Las semanas posteriores permitieron que algunos músculos de mi brazo despertaran pero todavía sin la fuerza necesaria. Ninguno de los profesionales que me ha visto ha podido asegurarme una recuperación al 100%, pero sospecho que ellos no saben lo necia que puedo ser cuando algo se me mete en la cabeza. A pesar de mi seguridad, trato de ser realista y también me he puesto en el caso que me queden secuelas por el accidente (que no pueda hacer todos los movimientos como levantar el brazo hasta arriba y sostenerlo ahí), y creo que aún en ese caso soy una persona muy afortunada porque de todas maneras podré hacer una vida independiente. Después de sobrevivir a un accidente así y conservar mi capacidad mental y todo lo que me permitirá trabajar, sentirme mal por no poder hacer algunos movimientos con el brazo me parece ridículo. Pero es muy pronto para darse por vencido. Ni si quiera en dos meses dejaré de intentarlo, no es mi estilo.


9. Si pudiera escoger otro 1 de octubre, escogería el mismo

No creo en la frase “las cosas pasan por algo”, creo que las cosas pasan porque pasan, creo que todos tenemos la oportunidad de hacer algo positivo de todas nuestras experiencias, por eso cada día me esfuerzo por aprovechar todo lo bueno que me trajo este accidente.

Creo que nada cura mejor que el amor y he recibido tanto que no me alcanzará la vida para agradecer. Mi familia, mis amigos de toda la vida, la gente que quieres pero que no frecuentas, la gente que conoces pero no es parte de tu vida diaria, la familia del trabajo, el chico con el que apenas comenzaba una historia y se bancó todo como si me conociera toda la vida, los amigos de la familia, los amigos de los amigos, la familia de los amigos. Todos los que se tomaron un poco de su tiempo para escribirme, rezar por mi o mandarme buenas vibras. ¡Gracias! Por las flores, por las visitas, por los peluches, por todo.

Es muy fácil decir que eres fuerte si has tenido una vida como la mía que siempre he tenido más de lo que he necesitado. Ahora tengo la oportunidad de serlo y crecer, no pienso desaprovecharlo.


10. Una prueba de Dios

No me considero católica y el accidente no ha cambiado mi posición. No creo en un dios que pone pruebas, ni en un dios que elige al azar quién vive y quién no. Trato de ser agradecida y ahora más que nunca quiero devolver lo que la vida me da. Es increíble poder la oportunidad de apreciar lo maravilloso que es tu cuerpo, lo increíble que es tener salud y ser independiente. No intento convertirme en una coach de vida, pero hasta ahora manejo de esta manera lo que me ha pasado, y lo escribo porque escribir me libera. Asumo lo que me toca vivir y reconozco que dentro de las cosas que me han podido pasar, he salido bien librada. Estoy bien, no me arrepiento de ser ciclista, no sé si regresaré a la bici, pero tengo tiempo para decidirlo. Tiempo hay de sobra, apenas estoy comenzando.

¿Si pienso quedarán secuelas del accidente? Por supuesto que sí, pero de las buenas.


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Ruedas de Apoyo

o la historia de como volverse ciclista en Lima